Historias de Terror Presenta: Mi Centro de Salud
Mi nombre es Adrián Márquez y vivo con diabetes Tipo 2.
En mis 9 años viviendo con diabetes, han sido varias las historias de terror que he vivido. Mis historias de terror van desde los obstáculos para conseguir los medicamentos que necesito, los largos procesos para emitir quejas, uno de los cuales se resolvió exitosamente a mi favor, un par de historias de terror sobre hipoglucemias severas (2 días seguidos de las cuales recuerdo poco y aún tengo lagunas).
La historia que les traigo hoy, en octubre de historias de terror es una que me impactó seriamente, pues la protagoniza un “profesional de la salud, lo pongo entre comillas pues lo que me dijo y que pasó con él, me dejan serias dudas de su actuar profesional sino más bien todo lo contrario.
Mi suministro de medicamentos.
Esta historia comienza así. Antes, yo me atendía en el centro de salud de la Nueva Aragón, en Ecatepec, Estado de México. Ya había tenido varios problemas con el suministro de medicamentos en ese centro y los trabajadores de dicho centro de salud sabían ya bien que exijo siempre mi derecho a la salud.
Ese día llevaba mis resultados de los análisis de laboratorio, una glucosa de 6.0 mmol/L108 mg/dL en las pruebas de laboratorio y una HbA1c de 6.1%. Comenzó la consulta y el médico revisó los resultados; puso cara de enojado, levantó la vista, me miró fijamente y me dijo alzando la voz y en tono de regaño: “¿Qué diablos son estos resultados? Usted está sumamente descontrolado, se nota que no se cuida, es un pésimo paciente. Es usted de esos pacientes de los que le vienen a quitar el tiempo a los médicos y el medicamento a los buenos pacientes, los que SÍ se cuidan. A usted deberían suspenderle el servicio y negarle el medicamento, con estos niveles, no sé cómo sigue con vista y con piernas, de seguro ya tiene bien jodidos los riñones y hasta el hígado, si por mí fuera, ya no lo aceptaba”.
Pero, mis resultados no eran malos y aunque lo fueran.
Obviamente no me quedé callado. Respondí serenamente que, de seguro había visto resultados de otro paciente, pues los míos habían salido bastante bien, lo cual, sólo hizo que se enojara exageradamente. Nuevamente comenzó a gritar y a intentar asustarme hablando sobre complicaciones y alegando que seguramente yo ya las tenía. Él insistía en que una hemoglobina glucosilada de 6.1% es una sentencia de muerte y yo ya debería estar muerto.
Exponer tu inconformidad
Sin si quiera revisarme nada, garabateó una receta con mis medicamentos y me la aventó. Eso me hizo enfurecer y debo reconocer que alcé la voz. Salí de su consultorio y me fui enseguida a la oficina del director de la clínica. En el camino tomé un formato de queja para redactar una queja en contra de ese “doctor”.
Me encontré con el director y a medio camino le dije que me quería quejar formalmente del doctor porque me había gritado e insultado y para finalizar me había aventado en la cara la receta.
Se puso pálido, me miró y me dijo: “no señor, se lo pido de favor, no meta otra queja, ahorita solucionamos esta situación” y avanzamos hacia el consultorio, el cual, estaba vacío. Al percatarnos de dónde se encontraba el doctor, nos dirigimos hacia él para poder hablar sobre el tema.
Cuando llegamos a donde se encontraba, escuchamos como elogiaba a una señora de unos 75 años, me asomé a ver los resultados de dicha señora y, para mi sorpresa, vi que tenía una A1c de 13% con una glucosa de laboratorio de 14.3 mmol/L258 mg/dL. Lo que más me hizo enojar y que me hizo sentir hasta preocupado. El médico le decía a la señora que estaba “excelentemente controlada, todos los pacientes debería ser como ella, no como otros (y me volteó a ver) que no hacen nada por cuidarse”.
Control vs descontrol en el lenguaje
En ese momento perdí el control y le grité: “es usted un estúpido, ¿cómo se atreve a decirle a una señora que tiene una hemoglobina glucosilada de 13% y una glucosa de laboratorio de 14.3 mmol/L258 mg/dL que está excelentemente controlada, y gritarme a mí que tengo 6.1% de glucosilada y 6.0 mmol/L108 mg/dL de glucosa de laboratorio?”
Obviamente el doctor enfureció y tuvo que intervenir seguridad. El director de la clínica nos llevó a su oficina, tomó mi expediente y nos sentó frente a él con el guardia de seguridad en medio de los dos.
Al terminar de revisar mis resultados y revisar los de la señora (se los pidió y la señora se los dio), nos miró y dijo: “doctor, no sé cuál sea el problema que tenga usted con el señor aquí presente, pero es obvio que se trata de algo personal, al entrar a su consultorio, noté que estaba la receta mal redactada, tirada en el suelo. El señor además me hizo saber que se la había aventado en la cara y lo había corrido del consultorio diciéndole que si por usted fuera le negaba la atención y el medicamento, ¿qué tiene que decir al respecto?.
El doctor volvió a decir todas las tonterías que me había dicho y de nuevo alzó la voz, esta vez el guardia de seguridad lo tomó de los hombros y se los apretó, haciendo que bajara el tono de voz. El director me vio y me dijo: “Señor Adrián, usted disculpe por todo lo sucedido el día de hoy, veo que el doctor necesita urgentemente una actualización en diabetes y que no puede atender a pacientes con esa condición. Ahorita mismo el doctor le expedirá otra receta bien redactada y le surtiremos su medicamento, espero que esto no pase a mayores”.
Quedamos en que ese doctor no me volvería a atender y no podía atender a personas con diabetes, pues representaba sin duda un peligro para los pacientes.
El médico fue suspendido y enviado a tomar un curso de actualización sobre diabetes. Debido a que había personal del entonces Seguro Popular haciendo una supervisión, todo el personal administrativo fue mandado a otro centro de salud, haciendo un cambio de plantilla y de médicos.
Yo, un par de años después tuve la fortuna de ser atendido en otra clínica por profesionales en el manejo de la diabetes y en la que estoy muy contento.
Esta es mi historia, no es única le pasa muchas personas en mi país. No, no somos perfectos estamos casi siempre aprendiendo pero ser aprendices no nos hace merecer menos respeto.
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